martes, 29 de marzo de 2011

Luna de argento - Prólogo

Prólogo

Entonces mi visión se torna en escala de grises. No necesito los colores. Miro la nieve blanca y las paredes negras en la oscuridad, de lo demás se encargarán mi olfato y mi oído. Los ojos de lobo me sirven bastante.
Miro hacia el frente. La furia y la rabia se apoderan de mí. Lo veo. Me mira con los ojos que mira un elefante a un insecto.
¡Qué se cree! ¡Maldito cadáver! ¡Ser antinatural con máscara de humano! ¡Miserable chupa vidas!
Él me mira pero su rostro está en sombras.
Me recuerda a Brisa. No la he visto hace mucho tiempo. Desde que se casó con el búlgaro, Wilhem. Ese granjero la alejó de casa.
Brisa siempre me miraba así cuando se enojaba conmigo…
La extraño. Extraño a mi gemela, a mi otra mitad.
El vampiro se lanza hacia mí a una velocidad que un humano normal no podría alcanzar a ver, pero yo no soy una humana normal. De hecho no soy totalmente humana.
Le agarré del cuello con fuerza. Él no puede creer que una joven como yo puede tener tanta fuerza. Yo iba a ser su presa y ahora él sería la mía. Me mira y sus ojos expresan terror, horror, sorpresa.
- ¿Qué mierda eres tú?- me dice aterrado y con dificultad, le apreté un poco más la garganta.
Tiré mi cabello hacia atrás con mi mano izquierda de modo que la parte izquierda de mi cuello.
- ¿Querías esto?- le susurré y le acerqué mi cuello.
El vampiro, que solo tenía atrapado del cuello, intentó rasgarme el cuello con sus garras. Le apreté aún más el cuello y quedó inmóvil del dolor.
- Te mataré, maldita perra.-
- Estuviste cerca, bloodsucker.-
- Perra presumida. Ahora me hablas en inglés.- dijo y escupió un poco de sangre- Yo hablo inglés desde antes que tu alma siquiera existiera.-
- ¡Uuuuh! ¡Qué miedo!-
- ¡Respóndeme! ¿Qué mierda eres?-
- No estás en la mejor situación para hacer preguntas.- dije mientras le tomaba el brazo y le quebraba la muñeca.- Tú no tienes más de unos años de ser vampiro, mentiroso. Eres muy débil.-
Lo golpeé contra el piso y ahí lo retuve. Hice crecer mis propias garras y le rasgué la ropa hasta que encontré una cruz de oro y una billetera. Saqué el dinero y observe la cruz. Estaba tallada y en el centro tenía una piedra negra, seguramente ónix.
- Tu joya está muy linda. Pero ahora será mía junto con tu dinero, porque muerto no lo vas a necesitar.-
- Déjame ir. Soy un hombre rico y te puedo dar lo que quieras si me dejas libre.-
- No.- dije tranquilamente y dejé la cruz, la billetera y el dinero tirados en el suelo.
Me miró más asustado aún. Vio que mi mano con afiladas garras se acercaba a su pecho.
- ¡¿Qué me vas a hacer?!- exclamó asustado.
- Voy a hacer que disfrutes tu segunda muerte.-
- ¡Noo!-
Metí la mano en su pecho y saqué su corazón, que latía con prontitud por su agitación. Él todavía no moría, es un vampiro así que tengo que destruir su corazón para matarlo.
- ¿Por qué matas a tus iguales?-
- Yo no estoy muerta. No soy una asquerosa sanguijuela como tú.-
Saqué de mi bolso una botella de desodorante espray y un encendedor y rocié su corazón, el cual había dejado en el piso.
- ¡No me mates, sea lo que seas!-
- Soy cambia formas, soy mujer lobo.- le dije y encendí su corazón, que se hizo cenizas al mismo tiempo que su cuerpo que gritaba de dolor.
Los hombres y mujeres lobo siempre habíamos sido más fuertes que los vampiros, además de estar más conectados con la naturaleza.
Mi maestra me mandó a matar a ese vampiro porque era un asesino muy idiota. Dejaba los cadáveres de sus víctimas tirados, violados y medio descuartizados en callejones.
Tenía predilección por las jóvenes de 17 años, como yo. Y me mandaron a mí.
Vine desde Grecia a cumplir mi segundo trabajo de prueba y fue muy fácil. Pero me extraña que en Madrid no se hubieran encargado otros hombres lobo, como la manada de Los Aesir, los nórdicos y una de sus mejores competidores entre los caza recompensas. O la manada de Los Sab, los egipcios que se hacen llamar a sí mismos “Chacales”.
Me puse mi saco largo rojo que tiré entre unas cajas para que no ensuciara con la sangre del vampiro, y me lavé las manos con agua mineral que tenía en mi bolso. Tomé el dinero y la cruz, los metí en mi bolsillo derecho y caminé un poco y me encontré con la Calle Del Arenal y vi la iglesia de San Ginés. Había perseguido al vampiro desde esa iglesia.
- ¡Qué descaro, el del vampiro! ¡Ir a la iglesia antes de matar!- pensé.
Esperé un taxi y pedí que me llevara al aeropuerto. En el aeropuerto llamaría a mi maestra para confirmar que la misión estaba cumplida. Todavía era de noche pero aún era temprano, apenas eran las 10 pm. Tenía que regresar enseguida a Atenas.
Yo no nací en Atenas, nací en San Petersburgo, en Rusia, con mi hermana gemela Brisa. Mi familia era nómada así que nos pusieron nombres provenientes de distintos países que les habían gustado.
Sabían muchos idiomas, solo éramos mujeres y eran brujas.
A mí me pusieron Helena por Helena de Troya y a mi hermana Brisa que significa viento suave en español.
Extraño a Brisa, no la he visto desde que se casó con Wilhem.
Y yo me alejé de mi familia para buscar mi rumbo. Fui a Atenas y encontré un lugar al que pertenezco. A mi manada. Al territorio de mi manada. La manada de Los Espartano-Atenienses, pero nos llaman Los Olímpicos porque todavía creemos en los dioses.



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