martes, 29 de marzo de 2011

Luna de argento - Capítulo 3

Capítulo 3

Era ya de noche. Stian se encontraba en su cama mirando al techo.
Estaba pensando en sus compañeros. Habían resultado bastante cordiales.
Un sueco alegre y conciliador, una francesa simpática y cordial con cierto interés en el sueco, una italiana algo maquiavélica y suspicaz, un italiano inteligente e disimuladamente atraído por la competencia de Stian, Helena, la ruso-griega curiosa y algo pensativa. Stian esperaba que esto último no hiciera que la competencia fuera aburrida.
Pensaba en por qué sólo pidieron novatos cuando escuchó en el pasillo unas risas y un portazo.
Salió a ver que sucedía y se encontró a Helena que hacía el mismo pero ella estaba en la habitación de enfrente.
- Alcancé a ver a Anne Marie entrar en esa habitación.- dijo Helena con un sonrisa.- ¿Sabes de quién es esa habitación? Anne Marie esta en la habitación al lado mío.-
Entonces se escucharon unos gemidos. Stian se puso rojo.
- Es de Karl.- respondió avergonzado.
- No te preocupes por parecer chismoso, no lo eres. Ten en cuenta que ahora que tenemos que trabajar juntos somos como una manada y nos tenemos que cuidar mutuamente.- susurró Helena y le dio una mirada de comprensión.
Al otro lado de la puerta de Karl se escuchó un golpe y unas risas seguidos de respiraciones fuertes.
- Espero que esos dos se cuiden.- comentó Stian en broma.
- Somos una manada.- dijo Helena y rió.

Alas 8 am ya se encontraban todos en la entrada del hotel cuando llegó el mismo minibús del día anterior.
Todos subieron y llegaron a las afueras de un edificio de 3 pisos bastante grande. Tenía un cartel grande en la entrada que decía: Hospital psiquiátrico Constantia.
Normalmente los vampiros eran como cualquier persona: trataban de pasar desapercibidos, se alimentaban paro no mataban a nadie, no atacaban porque sí. Pero un grupo de vampiros que fueron creados a base de psicópatas sádicos y locos de remate no eran los más tranquilos del mundo.
Del minibús sacaron unas maletas que estaban repletas de armas. Tenían pistolas, estacas, redes, cuerdas, lo que necesitaran. Tenían que prepararse porque se iban a encontrar con los cadáveres de las víctimas y los vampiros locos son demasiado inteligentes, tal vez los usaran de escudo o se los lanzaran.
Stian vio que Karl se acercaba a la entrada del hospital y posaba la oreja en la puerta luego de olerla.
- Hay 12 o 14 vampiros ahí adentro.- dijo Karl dirigiéndose a todos.- Los cadáveres están fuera del edificio y la mayoría de los blancos se encuentran en el segundo piso.-
Los hombres lobo se destacaban por tener un olfato y oído envidiable. Transformaban las células olfativas de su nariz en células de lobo para mejorar temporalmente su olfato. Pero eso no era lo más importante. Los hombres lobo eran fuertes con o sin trasformación corporal.
Ellos se trasformaban en una mezcla de humano y lobo que los hacía más grandes y fuertes, además de tener sentidos de lobo pero también se podían trasformar en lobos.
Siempre tenían un bolso con ropa de recambio, porque transformarse en hombre-lobo aumentaba su masa corporal y rompía todo lo que llevaran puesto.
Cuando ya tenían todo listo decidieron entrar. Habían activado el generador de electricidad y podrían ver mejor en la noche.
Estaba oscuro pero no les importó, para eso servían el olfato y el oído.
El primer olor que sintieron era una putrefacción de carne de animal.
Stian miró el suelo y tembló.
Había entrañas de animales mescladas con órganos humanos. El hedor no se podría haber soportado de no ser porque transformaron sus células olfativas a una de lobo (para los lobos no existen los malos olores).
Pero algo más había.
Stian olió una presencia extraña. Miró a los demás, Karl y Helena parecían haberse dado cuenta también.
Helena sacó una espada y una daga larga de madera.
- Aquí dentro no sólo hay vampiros novatos.- Helena le dio la daga de madera a Anne Marie.- Aquí está el creador del nido.-
Karl los miró a todos.
- Bien. Depende de la confianza que nos tengamos mutuamente nuestra sobrevivencia.- su mirada expresó más decisión aún.- Subamos y separémonos.-
Subieron y se separaron. Stian se metió en unas habitaciones dónde seguramente ponían a los enfermos peligrosos porque tenían puertas reforzadas.
Las habitaciones estaban todas abiertas y olían a mucha sangre a pesar de que sólo había unas gotas esparcidas.
Entró a la tercera puerta, de dónde sentía más olor a sangre y fue hacia el extremo opuesto hacia la puerta oliendo un rastro muy grande de sangre. Sin embargo, sólo había una gota derramada.
Entonces, la puerta a sus espaldas se cerró y Stian se alarmó.
Una mujer se le acercó cuando él se dio vuelta. Era Helena.
Ella se le acercó aún más, hasta que sus bocas estuvieron a milímetros de unirse y le susurró:
- Eres muy bonito, lobito.-
Helena le besó, primero tierna y luego apasionadamente. Hasta que notó que Helena estaba fría. Algo raro pasaba aquí.
Stian la arrojó al otro lado de la habitación.
- Tú no eres Helena.- gritó Stian.
La puerta se abrió y entró Helena. Ella o vio a la mujer y fue hacia Stian.
- Escuché mi nombre y vine hacia acá.- dijo Helena.
- Es por ella.- gritó Stian señalando a la mujer.
Helena miró a la mujer y empalideció.
- ¡No!- dijo casi sin aliento.- ¡No puede ser!-
La mujer sonrió y observó a Stian.
- Eres delicioso, lobito.- se pasó la lengua por los dientes y le brotaron los colmillos. Observó también a Helena.- Hace tiempo que no te veía Helena.-
Helena transformó su rostro en una mirada fría.
- Brisa, tu no puedes ser… -Helena miró al suelo. No pudo ocultar su dolor.
- ¿Vampiro?- dijo Brisa.- Sí, por supuesto que lo soy.-
Stian olió levemente la habitación y ató cabos sueltos, Brisa era la vampiresa más poderosa del edificio.
- Tú eres quien hizo esto.-dijo firmemente Stian.
- Si, tenía que divertirme con algo.- Brisa sonrió.
- La última vez que te vi estabas casada con el búlgaro y esperabas un hijo. – dijo Helena, Stian se dio cuenta de que ella sollozaba.
- Un diabolista me cobró una cuenta pendiente poseyendo a Wilhem para que me apuñalara y me matara. Él se suicidó y yo quedé malherida. Entonces llegó mi amigo Boris y me ofreció vivir de nuevo y comenzar de cero.-

Un frío silencio reinó en la habitación.

Entonces, Helena dejó de llorar y se acercó a Brisa.

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